viernes, 31 de julio de 2015

Espiritualidad Ignaciana, la espiritualidad itinerante.

De niño cuando no conocía una palabra mi papá me decía que investigue en el "mataburros". Era su forma coloquial y graciosa de referirse al diccionario. Creo que a mi mamá no le gustaba esa forma de expresarse de mi papá y me causa risa el recordarlo.
Sobre la palabra "itinerante" la RAE nos deriva a ambulante, que a su vez es la persona que va de un lugar a otro sin tener asiento fijo.

Muchas veces el significado es muy escueto, pero éste es muy rico y sin embargo queda corto.

La espiritualidad ignaciana la entendemos desde el presente a pesar que nació hace cinco siglos. ¿Cómo puede ser posible que lo que un hombre vivió y experimentó hace 500 años pueda sernos de tanta utilidad en un mundo tan cambiante y turbulento? 
En un itinerario de vida donde se hacen presentes el fracaso y las fragilidades, Ignacio de Loyola nos sigue hablando y nos permite leer la existencia desde una mirada amplia de uno mismo y del mundo, porque él mismo las vivió y vaya de qué manera. 


Quiso pertenecer a la más alta esfera de la sociedad de su tiempo y fracasó. Intentó ser el caballero de armas más importante y una bala de cañón le destrozó una de las rodillas. Luego trató de emular a los santos más reconocidos del mundo cristiano y se dio con la sorpresa de que su camino era otro. 

Una sorpresa que fue descubriendo en el peregrinar, en el relacionarse íntimamente consigo mismo y con el Padre, teniendo en la figura de Jesús la base de su crecimiento espiritual, con lo cual pudo escribir aquel libro llamado Ejercicios Espirituales, un libro tan extraño, de una sapiencia psicológica asombrosa y de una profundidad espiritual a la luz del Dios del Amor; un libro que no se puede leer sino vivirlo y rezarlo con el cuerpo entero, con todo el ser.

Su manera de acercarse a las personas, de relacionarse y de entablar amistad con ellas no dejaba inmóvil a nadie.
Antes de formar la Compañía de Jesús, Ignacio fue perseguido y encarcelado por la Inquisición y sólo gracias a algunas amistades influyentes consiguió no ser quemado por considerarlo un iluminado (era peligroso serlo), un hereje.
Aprendió a distinguir en lo que iba sucediendo, en la situaciones como en la mencionada y en la sutiles, movimientos internos que de ellas se desprendían.

El ir apreciando, descubriendo y sintiendo internamente nos ayuda a observar una realidad objetiva y a ubicarnos subjetivamente ante ella, lo que nos lleva a movernos en aquellas situaciones donde podemos ser actores fundamentales de cambio. Un cambio para encontrar ese camino que nos conduce a vivir plenamente, fijando una felicidad no exenta de lágrimas y sufrimientos, dudas e interrogantes, pero sí desde la confianza como base de nuestro camino, vocación y fe.

En palabras de Ignacio de Loyola sería el "pedir conocimiento interno de tanto bien recibido, para que yo enteramente reconociendo, pueda en todo amar y servir".


Este primer post está escrito en una fecha especial, la celebración de San Ignacio de Loyola. Es motivo para agradecer a tantas personas, jesuitas y laicos,  que me han permitido partir y compartir la vida desde la espiritualidad ignaciana, desde el transitar por lugares nunca imaginados, desde el silencio y también desde el bullicio, aprendiendo a buscar, ver y encontrar a Dios en todas las cosas.

La vida me lleva nuevamente por caminos en los que no pensé estar y a reconocer algunos ya caminados. Movido por sentires discernidos, dejo seguridades, la familia amada, los amigos queridos, trabajos y proyectos, placeres y diversiones; pero con el corazón apasionado y encendido. Sabiendo que tal vez se aproximen derrotas y tormentas, pero con la felicidad de ser consecuente con aquello que nace de lo más íntimo de mi ser, o como alguna vez me dijo una persona amada, desde lo más profundo del corazón.

#IgnacioDeLoyola #EspiritualidadIgnaciana #ElHerejeItinerante