viernes, 7 de agosto de 2015

Aquel niño vestido de crema

En los noventas un niño vivió en 
una ciudad del norte.

Se quedaba en casa los sábados 
por la tarde a escuchar por radio
los partidos del equipo de la garra,
mientras su hermano y amigos jugaban
libres en la calle.

Libre era el niño que se quedaba en casa, apasionado, siguiendo a un equipo que lo emocionaba y llenaba de un sentir inexplicable.
El narrador del partido trataba mediante
el uso del lenguaje mostrar en la imaginación 
de sus oyentes, lo que sucedía en el campo de juego.

Lágrimas de felicidad y de desazón recorrían
aquellas tardes de fútbol, de lucha, de juego, de valentía.
De vez en cuando transmitían los partidos 
por la televisión.

Llorar el campeonato perdido en el 91.
Llorar por el bicampeonato del 92-93.
Gritar el gol de Baroni en Matute desde
setecientos kilómetos al norte de Lima.

Llegaron los años de estar trepado 
en el alambrado de la barra norte,
de recibir los golpes de la policía
junto a mi hermano y amigos.
Seguir al bus caminando de regreso al hotel,
cantando y saltando en las afueras del mismo.
Eran ya los años de los cabellos largos e incipiente barba.

Ese niño vive aún. Sigue teniendo a Lolo en su pared.
La garra la adquirió. Vive y siente como crema.



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