martes, 18 de agosto de 2015

Microcuento: Los cinco minutos de la pajarilla Amanda



La jaula era su hogar. Tenía comida, bebida y compañeros. La pared se rompió, Amanda salió, voló y en cinco minutos un halcón la cazó y destrozó. Fueron los minutos más bellos y gloriosos de su vida, aquellos llamados libertad.

lunes, 17 de agosto de 2015

Cuento corto número Uno

Y el caminante llegó a El Agustino, descubriendo a un hombre nuevo, teniendo su propia experiencia del río Cardoner, como se le llama en clave jesuítica a lo vivido por Ignacio de Loyola en su estancia en Manresa.
Un día, ya lejos, recibió una bala de cañón por la espalda, La bala partió desde el mismo río.
Lo que no sabían es que para el caminante, el Cardoner ya no era solo un río ni un lugar específico, sino diferentes espacio, ciudades, canciones, libros, personas que iba conociendo y en especial todo lo que brotaba de su relación íntima con el Viento y del apreciarlo en todas las cosas, de su búsqueda continua y encuentro de paz interior, coherencia y de la esencia de su ser.
La herida de la espalda cerró y sanó.
Fin.

miércoles, 12 de agosto de 2015

La felicidad solo es real cuando es compartida



Sobre "Hacia rutas salvajes", película dirigida por Sean Penn.

Christopher McCandless, el buen "Alexander Supertramp" emprendió el viaje más emocionante y profundo que un ser humano pueda realizar. El de Chris fue un recorrido interno y espiritual, guiado por lo que sentía, mientras caminaba y rodaba rumbo a Alaska.

Terminó la universidad con un rendimiento sobresaliente donde realizó estudios en historia y antropolgía. Sin embargo el mucho saber no le satisfacía, pero sí le sirvió para emprender el recorrido saliendo de lo convencional, de lo marcado por una sociedad que lo encerraba y asfixiaba, que le dictaba consumir todo lo que se podía, lo que al fin y al cabo resulta tan pequeño y pobre que solo te sirve para sonreír un momento y luego querer más cosas.

Sin decirle nada a su familia, dejándolo todo partió. Donó los veinticuatro mil dólares que tenía ahorrado a una asociación benéfica. Perdió su auto en una inundación y se deshizo de los últimos billetes que guardaba.
Así iniciaba su viaje, despojándose de todo lo que lo podría atar. Recorrió diferentes regiones de Estados Unidos, llegando incluso a México. Luego tomó el rumbo hacia Alaska, que era su objetivo y deseo desde que comenzó la travesía. Este camino lo llevó a relacionarse con diferentes personas de las que iba apreciando y aprendiendo lo que solo puede darte el contacto real con la gente. Tuvo también momentos pronunciados de soledad en su itinerario.

No exento de penurias y dificultades consiguió llegar al lugar deseado.
Las mociones que pudo identificar y nombrarlas mientras realizaba ese viaje de búsqueda, abierto a las sorpresas y durante su severa y solitaria estancia en una zona de Alaska lejos de la civilización, le permitieron elegir libremente el camino de felicidad ansiado y el poder ver a Dios en todas las cosas.
Consiguió descubrir en los dos años de viaje y en los cuatro meses en las frías tierras, la verdad buscada, no maniatada ni encerrada en su querer. 

Esa especie de retiro espiritual durante su vida de viajero itinerante le dio luz para que se haga presente y pueda escribir lo que se podría considerar en palabras de la espiritualidad ignaciana, su principio y fundamento. Había encontrado el significado para su vida, el que "la felicidad solo es real cuando es compartida".

Con esa alegría que lo desbordaba emprendió el camino de regreso, pero una situación desbordante también como fue la crecida del río, lo conminó a quedarse en el bus mágico, tal como él mismo denominó al vehículo abandonado que encontró y que fue su casa en los últimos meses. Con poco alimento en su despensa, buscó en el bosque y se envenenó al confundir vegetales silvestres.

Con síntomas severos de inanición pudo escribir, en uno de los tantos libros que llevó consigo, las que fueron su últimas palabras: "He tenido una vida feliz y doy gracias al Señor. Adiós, bendiciones a todos”.

Dos semanas después fue encontrado su cuerpo dentro del bus mágico.



viernes, 7 de agosto de 2015

Aquel niño vestido de crema

En los noventas un niño vivió en 
una ciudad del norte.

Se quedaba en casa los sábados 
por la tarde a escuchar por radio
los partidos del equipo de la garra,
mientras su hermano y amigos jugaban
libres en la calle.

Libre era el niño que se quedaba en casa, apasionado, siguiendo a un equipo que lo emocionaba y llenaba de un sentir inexplicable.
El narrador del partido trataba mediante
el uso del lenguaje mostrar en la imaginación 
de sus oyentes, lo que sucedía en el campo de juego.

Lágrimas de felicidad y de desazón recorrían
aquellas tardes de fútbol, de lucha, de juego, de valentía.
De vez en cuando transmitían los partidos 
por la televisión.

Llorar el campeonato perdido en el 91.
Llorar por el bicampeonato del 92-93.
Gritar el gol de Baroni en Matute desde
setecientos kilómetos al norte de Lima.

Llegaron los años de estar trepado 
en el alambrado de la barra norte,
de recibir los golpes de la policía
junto a mi hermano y amigos.
Seguir al bus caminando de regreso al hotel,
cantando y saltando en las afueras del mismo.
Eran ya los años de los cabellos largos e incipiente barba.

Ese niño vive aún. Sigue teniendo a Lolo en su pared.
La garra la adquirió. Vive y siente como crema.



domingo, 2 de agosto de 2015

Susurro de colores



















Susurro de colores

La brisa marina susurró, cuestionándome:
"Tus ojos ¿buscan lo escuchado? 
Tus manos ¿buscan lo leído?
Tus oídos ¿buscan lo escrito?
Tus labios ¿buscan lo soñado?
Tu corazón ¿busca lo sentido?"

Entre mis ojos y el sol poniente,
la bella figura se aclaraba y no, en el horizonte.

Las respuestas a la brisa
son como flores tiernamente sembradas,
que por instantes se diluyen ante mis ojos,
mas sus colores regresan con mayor intensidad.