jueves, 24 de diciembre de 2015

La naturaleza, mi madre y mi creadora

Escribe Sheila Falen Alvarado.

Hace varios años que viajo por motivos laborales y me siento cansada. Medito la idea de regresar a un trabajo menos agitado que me permita realizar actividades con regularidad. Sin embargo cada viaje es un descubrimiento maravilloso y ya enrumbada o en destino, agradezco tener la oportunidad de conocer nuevos países y ciudades.

Cada tierra huele diferente, el aire tiene su propia fragancia, la gente un propio estilo, y hasta los colores me sorprenden cuando toman diferentes tonalidades gracias a un mayor o menor brillo solar. Definitivamente lo más especial para mí son las visitas al campo y el contacto con la naturaleza, sumadas a las conversaciones que mantengo con todas las personas durante mis viajes. Dejarse contagiar del tema, de sus intereses, de sus preocupaciones es mágico, me hace sentir que cada persona es un libro abierto aunque no lo sepa.

Regreso cada vez a mis viajes, y es aquel maravilloso tiempo el que me permite compartir conmigo misma. La vida me da la oportunidad de explorarme en diferentes escenarios y con diferentes actores. Me alegra siempre descubrir que sigo siendo yo misma.

Hoy regreso de la Sierra Nevada de Santa Marta en Colombia. Paisaje arrollador que absorbe. Playa y montañas a la vez, que confunde pero que te reta a conocerla más. Ver mariposas morpho azules volando por todos lados es emocionante, agua brotando de las montañas y mucho verde en inimaginables escalas de colores.

Debo decir que la naturaleza me hace añorarla. Por muchas razones me hace sentirla como mi madre y mi creadora. Quiero ser su mensajera y envolverme de verde.
En el último viaje me hizo sentir pájaro y fue una experiencia muy real. Pasó por mi lado una pareja de aves en vuelo, juntas disfrutando de su libertad y deseé volar también. Ser como ellas, jugar en el aire y sentir las corrientes del viento por mis alas. Ir a toda velocidad sintiendo mi capacidad voladora y simplemente ser feliz así. También me hizo sentir árbol, cuando vi uno que se levantaba en el punto más alto de las montañas, con ramificaciones que parecían grandes brazos abiertos hacia el cielo, con una corteza que solo al mirarse ya se sentía suave como una piel.


La naturaleza es madre y creadora, y pide complementarse con un elemento que hace mucho dejó de sentirse como parte de ella, los seres humanos.  Regresemos a ella conscientemente en el día a día, mírala, búscala. También nos siente en la ciudad. 

lunes, 19 de octubre de 2015

El hereje itinerante

Publicado en el diario La República el 18 de setiembre del 2015

Debo admitir, y con mucha alegría, que la persona que busco a diario como el cimiento de mi vida y de mi discernimiento es un hombre hereje e itinerante, Jesús de Nazaret.
Recordemos que, según el diccionario, hereje es aquel que cuestiona -con un concepto controvertido o novedoso- ciertas creencias establecidas en una determinada religión.
¿Cómo puede ser que la Revelación de Dios se dé en el hereje por excelencia?
Había salido Jesús ya de su pueblo hacia Cafarnaún, cuando se iniciaron los entredichos con los maestros de la ley, miembros del grupo de los fariseos. En Marcos 3, 1-6 podemos apreciar a todas luces lo que significó Jesús para la religión oficial y la sociedad judía de aquellos años.
“Entró (Jesús) de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio».  Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?» Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano». Él la extendió y quedó restablecida su mano. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra él para ver cómo eliminarle”.
Jesús parte de Nazaret y es en esa vida itinerante entre los más necesitados y pobres de la región, que se convierte en símbolo vivo del Reino de Dios y de su fe en él, de la dignidad y libertad para los olvidados y marginados.
Jesús rompe con la autorreferencialidad de la religión y la observancia rigurosa de la norma y  la tradición que situaban en segundo plano, la búsqueda del bien de la persona. Nos muestra con claridad que el Reino de Dios va gestándose desde donde son libradas las luchas para terminar con las injusticias que se dan contra los pobres, enfermos y marginados.                                                                                                Es tanta la ceguera y el cuidado de las formas de la religión por parte de los fariseos que éstos, indignándose ante la acción de Jesús, incluso maquinan su asesinato.
Transcurridos dos mil años pareciera que poco ha cambiado. Como Iglesia no podemos sentirnos los únicos portadores de la verdad a través de los dogmas y las doctrinas. Tampoco se trata, si nos sentimos parte de ella, de caer en el abandono total de las mismas; tenemos que ir más allá de ellas, con una visión amplia que trascienda en la elección (hereje tiene su procedencia etimológica en elección u opción) de la búsqueda evangélica, de la misericordia que hermana y del bien para los que más necesitan, para volvernos “próximos” de ellos. El mundo, “creyente” y “no creyente”, necesita de esa herejía y no de portadores absolutos de verdades que segregan y abren heridas profundas.
El cuestionar y confrontar, desde nuestra íntima relación con el Dios de Jesús y contemplando la realidad de nuestra sociedad, las doctrinas de una institución que ha comenzado a caminar en estos últimos dos años a pasos más acelerados de los acostumbrados, nos llenan de esa presencia luminosa y de la radicalidad con la que nos empapa el Evangelio. Así podremos obtener lo que nos motive a descubrir por dónde va nuestra felicidad en esta vida, en el que la búsqueda de justicia es un imperativo.
Sepamos, “creyentes” y “no creyentes”, que un hombre caminó y vivió movido por lo que sentía en lo más profundo de su ser, en la búsqueda de un mundo mejor y digno.
Nuestra fe es revolucionaria, mencionó el papa Francisco en su viaje por Sudamérica. Agregaría que la fe de cada persona puede llegar a serlo en cuanto salgamos de nosotros mismos y ampliemos nuestra mirada hacia las fronteras, hacia las periferias.
La esencia misma de esa fe es Jesús, el hereje itinerante.

viernes, 4 de septiembre de 2015

El universo ha muerto

Imagen, por Ricardo Siri Liniers

El infinito universo se volvió finito, fue destruido, asesinado.

Ayer la imagen de Aylan Kurdi, ahogado en las aguas, donde él debería jugar y no yacer muerto, circulaban por el mundo, indignandoy horrorizando. El bullicio fue mayor, la foto demostraba la bestialidad del ser humano, mostraba la fragilidad del universo encarnado en un niño de 3 años. La foto, del espacio sagrado, que constituye la vida del ser humano y del universo que en sí misma consiste, quedaba reducida al escándalo visual en muchos casos y a la indiferencia en otros.

Han pasado veinticuatro horas y se habla mucho menos del tema. Sin embargo el silencio reflexivo e indignante no es el que prevalece, sino aquel que nos sigue manteniendo sentados o caminando con un espejo delante nuestro. La imagen quedó en imagen y el pequeño Aylan Kurdi y los millones de refugiados, explotados, marginados, cada uno con nombre propio, reducidos a un artículo noticioso.

Hoy en tono de protesta le pregunto al Dios crucificado, que parece estar ausente y expulsado del hombre, el porqué de que el universo haya sido asesinado. La insania e indiferencia siguen matando. El falso Yo del hombre sigue acabando con la sagrada vida, sigue destruyendo el universo.



martes, 18 de agosto de 2015

Microcuento: Los cinco minutos de la pajarilla Amanda



La jaula era su hogar. Tenía comida, bebida y compañeros. La pared se rompió, Amanda salió, voló y en cinco minutos un halcón la cazó y destrozó. Fueron los minutos más bellos y gloriosos de su vida, aquellos llamados libertad.

lunes, 17 de agosto de 2015

Cuento corto número Uno

Y el caminante llegó a El Agustino, descubriendo a un hombre nuevo, teniendo su propia experiencia del río Cardoner, como se le llama en clave jesuítica a lo vivido por Ignacio de Loyola en su estancia en Manresa.
Un día, ya lejos, recibió una bala de cañón por la espalda, La bala partió desde el mismo río.
Lo que no sabían es que para el caminante, el Cardoner ya no era solo un río ni un lugar específico, sino diferentes espacio, ciudades, canciones, libros, personas que iba conociendo y en especial todo lo que brotaba de su relación íntima con el Viento y del apreciarlo en todas las cosas, de su búsqueda continua y encuentro de paz interior, coherencia y de la esencia de su ser.
La herida de la espalda cerró y sanó.
Fin.

miércoles, 12 de agosto de 2015

La felicidad solo es real cuando es compartida



Sobre "Hacia rutas salvajes", película dirigida por Sean Penn.

Christopher McCandless, el buen "Alexander Supertramp" emprendió el viaje más emocionante y profundo que un ser humano pueda realizar. El de Chris fue un recorrido interno y espiritual, guiado por lo que sentía, mientras caminaba y rodaba rumbo a Alaska.

Terminó la universidad con un rendimiento sobresaliente donde realizó estudios en historia y antropolgía. Sin embargo el mucho saber no le satisfacía, pero sí le sirvió para emprender el recorrido saliendo de lo convencional, de lo marcado por una sociedad que lo encerraba y asfixiaba, que le dictaba consumir todo lo que se podía, lo que al fin y al cabo resulta tan pequeño y pobre que solo te sirve para sonreír un momento y luego querer más cosas.

Sin decirle nada a su familia, dejándolo todo partió. Donó los veinticuatro mil dólares que tenía ahorrado a una asociación benéfica. Perdió su auto en una inundación y se deshizo de los últimos billetes que guardaba.
Así iniciaba su viaje, despojándose de todo lo que lo podría atar. Recorrió diferentes regiones de Estados Unidos, llegando incluso a México. Luego tomó el rumbo hacia Alaska, que era su objetivo y deseo desde que comenzó la travesía. Este camino lo llevó a relacionarse con diferentes personas de las que iba apreciando y aprendiendo lo que solo puede darte el contacto real con la gente. Tuvo también momentos pronunciados de soledad en su itinerario.

No exento de penurias y dificultades consiguió llegar al lugar deseado.
Las mociones que pudo identificar y nombrarlas mientras realizaba ese viaje de búsqueda, abierto a las sorpresas y durante su severa y solitaria estancia en una zona de Alaska lejos de la civilización, le permitieron elegir libremente el camino de felicidad ansiado y el poder ver a Dios en todas las cosas.
Consiguió descubrir en los dos años de viaje y en los cuatro meses en las frías tierras, la verdad buscada, no maniatada ni encerrada en su querer. 

Esa especie de retiro espiritual durante su vida de viajero itinerante le dio luz para que se haga presente y pueda escribir lo que se podría considerar en palabras de la espiritualidad ignaciana, su principio y fundamento. Había encontrado el significado para su vida, el que "la felicidad solo es real cuando es compartida".

Con esa alegría que lo desbordaba emprendió el camino de regreso, pero una situación desbordante también como fue la crecida del río, lo conminó a quedarse en el bus mágico, tal como él mismo denominó al vehículo abandonado que encontró y que fue su casa en los últimos meses. Con poco alimento en su despensa, buscó en el bosque y se envenenó al confundir vegetales silvestres.

Con síntomas severos de inanición pudo escribir, en uno de los tantos libros que llevó consigo, las que fueron su últimas palabras: "He tenido una vida feliz y doy gracias al Señor. Adiós, bendiciones a todos”.

Dos semanas después fue encontrado su cuerpo dentro del bus mágico.



viernes, 7 de agosto de 2015

Aquel niño vestido de crema

En los noventas un niño vivió en 
una ciudad del norte.

Se quedaba en casa los sábados 
por la tarde a escuchar por radio
los partidos del equipo de la garra,
mientras su hermano y amigos jugaban
libres en la calle.

Libre era el niño que se quedaba en casa, apasionado, siguiendo a un equipo que lo emocionaba y llenaba de un sentir inexplicable.
El narrador del partido trataba mediante
el uso del lenguaje mostrar en la imaginación 
de sus oyentes, lo que sucedía en el campo de juego.

Lágrimas de felicidad y de desazón recorrían
aquellas tardes de fútbol, de lucha, de juego, de valentía.
De vez en cuando transmitían los partidos 
por la televisión.

Llorar el campeonato perdido en el 91.
Llorar por el bicampeonato del 92-93.
Gritar el gol de Baroni en Matute desde
setecientos kilómetos al norte de Lima.

Llegaron los años de estar trepado 
en el alambrado de la barra norte,
de recibir los golpes de la policía
junto a mi hermano y amigos.
Seguir al bus caminando de regreso al hotel,
cantando y saltando en las afueras del mismo.
Eran ya los años de los cabellos largos e incipiente barba.

Ese niño vive aún. Sigue teniendo a Lolo en su pared.
La garra la adquirió. Vive y siente como crema.



domingo, 2 de agosto de 2015

Susurro de colores



















Susurro de colores

La brisa marina susurró, cuestionándome:
"Tus ojos ¿buscan lo escuchado? 
Tus manos ¿buscan lo leído?
Tus oídos ¿buscan lo escrito?
Tus labios ¿buscan lo soñado?
Tu corazón ¿busca lo sentido?"

Entre mis ojos y el sol poniente,
la bella figura se aclaraba y no, en el horizonte.

Las respuestas a la brisa
son como flores tiernamente sembradas,
que por instantes se diluyen ante mis ojos,
mas sus colores regresan con mayor intensidad.

viernes, 31 de julio de 2015

Espiritualidad Ignaciana, la espiritualidad itinerante.

De niño cuando no conocía una palabra mi papá me decía que investigue en el "mataburros". Era su forma coloquial y graciosa de referirse al diccionario. Creo que a mi mamá no le gustaba esa forma de expresarse de mi papá y me causa risa el recordarlo.
Sobre la palabra "itinerante" la RAE nos deriva a ambulante, que a su vez es la persona que va de un lugar a otro sin tener asiento fijo.

Muchas veces el significado es muy escueto, pero éste es muy rico y sin embargo queda corto.

La espiritualidad ignaciana la entendemos desde el presente a pesar que nació hace cinco siglos. ¿Cómo puede ser posible que lo que un hombre vivió y experimentó hace 500 años pueda sernos de tanta utilidad en un mundo tan cambiante y turbulento? 
En un itinerario de vida donde se hacen presentes el fracaso y las fragilidades, Ignacio de Loyola nos sigue hablando y nos permite leer la existencia desde una mirada amplia de uno mismo y del mundo, porque él mismo las vivió y vaya de qué manera. 


Quiso pertenecer a la más alta esfera de la sociedad de su tiempo y fracasó. Intentó ser el caballero de armas más importante y una bala de cañón le destrozó una de las rodillas. Luego trató de emular a los santos más reconocidos del mundo cristiano y se dio con la sorpresa de que su camino era otro. 

Una sorpresa que fue descubriendo en el peregrinar, en el relacionarse íntimamente consigo mismo y con el Padre, teniendo en la figura de Jesús la base de su crecimiento espiritual, con lo cual pudo escribir aquel libro llamado Ejercicios Espirituales, un libro tan extraño, de una sapiencia psicológica asombrosa y de una profundidad espiritual a la luz del Dios del Amor; un libro que no se puede leer sino vivirlo y rezarlo con el cuerpo entero, con todo el ser.

Su manera de acercarse a las personas, de relacionarse y de entablar amistad con ellas no dejaba inmóvil a nadie.
Antes de formar la Compañía de Jesús, Ignacio fue perseguido y encarcelado por la Inquisición y sólo gracias a algunas amistades influyentes consiguió no ser quemado por considerarlo un iluminado (era peligroso serlo), un hereje.
Aprendió a distinguir en lo que iba sucediendo, en la situaciones como en la mencionada y en la sutiles, movimientos internos que de ellas se desprendían.

El ir apreciando, descubriendo y sintiendo internamente nos ayuda a observar una realidad objetiva y a ubicarnos subjetivamente ante ella, lo que nos lleva a movernos en aquellas situaciones donde podemos ser actores fundamentales de cambio. Un cambio para encontrar ese camino que nos conduce a vivir plenamente, fijando una felicidad no exenta de lágrimas y sufrimientos, dudas e interrogantes, pero sí desde la confianza como base de nuestro camino, vocación y fe.

En palabras de Ignacio de Loyola sería el "pedir conocimiento interno de tanto bien recibido, para que yo enteramente reconociendo, pueda en todo amar y servir".


Este primer post está escrito en una fecha especial, la celebración de San Ignacio de Loyola. Es motivo para agradecer a tantas personas, jesuitas y laicos,  que me han permitido partir y compartir la vida desde la espiritualidad ignaciana, desde el transitar por lugares nunca imaginados, desde el silencio y también desde el bullicio, aprendiendo a buscar, ver y encontrar a Dios en todas las cosas.

La vida me lleva nuevamente por caminos en los que no pensé estar y a reconocer algunos ya caminados. Movido por sentires discernidos, dejo seguridades, la familia amada, los amigos queridos, trabajos y proyectos, placeres y diversiones; pero con el corazón apasionado y encendido. Sabiendo que tal vez se aproximen derrotas y tormentas, pero con la felicidad de ser consecuente con aquello que nace de lo más íntimo de mi ser, o como alguna vez me dijo una persona amada, desde lo más profundo del corazón.

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