Viernes, cinco y veinte de la mañana desperté,
y en el cielo oscuro buscaba el paso de la luz,
mas no apareció y busqué el sueño consolador.
Viernes, ocho de la mañana desperté y encontré.
Palabras tuyas iluminaban mis ojos,
tal vez no había visto en la hora y dirección indicada.
Sábado por la noche y estrellas de un firmamento
desconocido eran opacadas por una fulgurante, estilizada y bella figura
que apareció por una escalera de cristal o tal vez de otro material.
Domingo y sus primeras horas observaban la danza.
Eran pasos armoniosos dibujados con el pincel del Artista.
La belleza existe y me convencí de ello.
Llegó el momento de mostrar el alma,
los sentimientos tomaron por asalto a las palabras,
las palabras encarnaron los sentimientos.
Comprendí que la belleza de la vida radica en la verdad de cada uno
y en que la felicidad solo es completa cuando es compartida.
Probar la verdad del mismo manantial de vida,
que surge cuando se unen el cielo y la tierra
a través de esa voz suave desprendida por el Viento
y originada desde lo profundo del ser,
se hizo audible en tu escuchar y visible en tu estar.
Tal vez sí era el tiempo y lugar indicado,
pero ahora te observo, belleza de la vida,
tanto en la oscura noche como en el radiante día.
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